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Mons. Strickland y Mons. Dominique Rey critican la blasfemia de los Juegos Olímpicos de París

– Tras lo ocurrido en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París, siguen produciéndose las declaraciones de obispos de todo el mundo.

Mons. Strickland y Mons. Dominique Rey critican la blasfemia de los Juegos Olimpicos de Paris

Los obispos Joseph Strickland y Dominique Rey

(CATOLIN).- El obispo de la diócesis francesa de Frejús-Toulón, Dominique Rey, condenó la parodia de la Última Cena vista en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París en exclusiva para LifeSiteNews.

“Muchas personas, no sólo los cristianos, se han sentido profundamente escandalizadas por lo que sucedió en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París, en la que se hizo una parodia de la Última Cena: se vio a Cristo disfrazado de drag queen”, aseguró Dominique Rey.

Defiende que “los Juegos Olímpicos son un acontecimiento deportivo internacional, que tiene como objetivo promover la unidad, el respeto y la fraternidad. No deben ser ocasión para escenas blasfemas e insultantes. De ello depende el clima de paz que debe reinar durante este acontecimiento”.

Además, expuso que “es nuestra responsabilidad como cristianos expresar públicamente nuestra incomprensión, nuestro descontento y nuestro sufrimiento ante estas expresiones que no tienen cabida aquí». «Debemos tener presente en nuestras oraciones, mediante actos de reparación, en particular mediante la Eucaristía y la celebración de la Misa, fuente y culmen de la vida cristiana, todo lo que ha ofendido a la fraternidad y a la paz, tan preciosas para nosotros en un mundo fragmentado y tan marcado por la violencia”.

Por su parte, el obispo Joseph Strickland, obispo emérito de Tyler en Estados Unidos, también hizo un comentario al medio LifeSiteNews.

“La intolerancia hacia los cristianos y la blasfemia contra Jesucristo, el Hijo Divino de Dios, que se exhiben en los Juegos Olímpicos es un nuevo punto bajo para nuestra comunidad humana. Vergüenza para quienes produjeron esta burla, vergüenza para el Comité Olímpico y la nación de Francia por permitirlo. Esto empaña lo que debería ser la noble celebración del deporte y la competencia”, asimismo animó a los “atletas a no correr por la corona marchita de la aclamación mundana, sino a correr por la corona que no se marchita, la vida eterna en Jesucristo, el Hijo resucitado de Dios”.



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