Que solo brille la gloria de Dios
Pluma de Fe: Testigo auténtico de la verdad

Ale Villegas de CATOLIN
Por: Ale Villegas
(CATOLIN).– En muchas ocasiones, al término de la Santa Misa, se me han acercado personas —especialmente mujeres— para “felicitarme” por el uso del velo o mantilla; otras, para “agradecerme”, señalando que al utilizarla esta corresponde a un signo de humildad y reparación por todos los fieles presentes en la Santa Misa. Algunas más me han preguntado dónde pueden conseguir una, y no han faltado quienes afirman que la mantilla debe usarse exclusivamente con falda o vestido. A pesar de todo ello, tengo muy claro que estoy convencida de su uso y que mi único anhelo es que, a través de el, brille únicamente la gloria de Dios.
Debo decir que, cuando comencé a usarla, sentía cierta pena por el “qué dirán”; incluso el simple hecho de que me vieran con ella me provocaba algo de nerviosismo. Sin embargo, poco a poco —y sobre todo en oración— le pedí a Dios que, si era su voluntad, alejara de mí esos sentimientos y pensamientos. Al final, mi intención al retomar esta práctica era, y sigue siendo, darle toda la gloria y honra a Él. Y hasta hoy, por su gracia, he perseverado en su uso sin importar los temores que antes experimentaba.
He hecho del uso de la mantilla un hábito en mi vida. No obstante, si algún día no la llevo conmigo, no representa un conflicto, porque no la uso para que otros me vean ni para creerme santa —de eso estoy muy lejos—, sino con la intención de que todo en mí de gloria a Dios.
Uno de los motivos que me impulsó a usarla fue una conversación, hace años, con la hermana de mi esposo, quien también la usa. A partir de entonces, fui descubriendo razones personales que me llevaron a retomarla. En especial, fue durante un viaje que realicé a Tierra Santa cuando decidí hacerla parte de mi vida como una hermosa tradición de nuestra Santa Iglesia Católica.
Debido a que su uso disminuyó considerablemente después del Concilio Vaticano II, quiero animarte a que también la uses. Así como yo, estoy segura de que tú también encontrarás en su uso, una gran ayuda para tu vida espiritual.
A continuación, comparto algunos puntos que me han motivado profundamente:
1. Me ayuda a darle el debido respeto a Dios.
Al usar el velo en la iglesia, no quiero mostrar cuán santa soy —porque, lo repito, estoy muy lejos de serlo—, sino cuán santo es Dios.
No lo uso por orgullo ni vanidad, sino como un acto de humildad y reverencia ante su majestad. El velo me ha ayudado a reconocer su presencia santa en el templo, especialmente durante el momento en que el sacerdote parte el Pan.
2. Me ayuda a prestar atención.
Antes me distraía mucho en la Santa Misa. Observaba quién llegaba, si alguien dejaba caer algo, o cualquier otro detalle que me alejara del centro: Jesús Eucaristía. El velo me ha ayudado a fijar mi mirada en Él, en quien lo es todo.
Después de más de cinco años y medio usándolo, puedo decir que mi manera de vivir la Eucaristía ha cambiado. Ahora presto mayor atención e intento dar el mejor respeto que merece nuestro Dios Omnipotente.
3. Me invita a imitar más a la Virgen.
Cuando una mujer se reviste con la mantilla, se reviste con el «manto de la Santísima Virgen María», y con ello alcanza gracias especiales tanto para sí como para aquellos por quienes intercede.
Leí alguna vez que si hay una sola mujer en la Eucaristía con mantilla, ella protege a toda la Iglesia de los ataques del enemigo. Y si ofrece portarla por las benditas ánimas del purgatorio, les alcanzará innumerables beneficios y alivios.
Y así lo creo, porque puedo decir con certeza que la Virgen me ha ayudado a conquistar virtudes que me han costado mucho. Su ejemplo me anima a imitarla cada día. Además, la intercesión de mis queridas amigas, las ánimas del purgatorio, nunca me falta.
4. Me invita y ayuda a vestir con modestia.
El uso del velo me recuerda mi feminidad y dignidad. Me ha llevado a valorar mi pureza y castidad, y a tener presente que debo vestir con modestia no solo en la iglesia, sino siempre. Mi cuerpo es templo de Dios, y también con el debo honrarlo.
Al principio, confieso que me generaba conflicto cuando me decían que el velo debía usarse solo con falda o vestido. Pero, sinceramente, al llevarlo a la oración, Dios me dio la gracia de asumir esa sugerencia, y cuánto bien me ha hecho. En serio que, me ayudó a reencontrarme con la belleza de la feminidad y la dignidad de ser mujer.
Hoy ya llevo un año y medio usando falda o vestido, para gloria de Dios.
Espero que este compartir te sirva de motivación para que cada vez seamos más quienes retomemos el uso del velo, con el único fin de darle gloria a Dios. Si nuestro espejo es María —porque somos sus hijas—, entonces debemos parecernos a Ella. Y cuanto más la imitemos, más nos pareceremos a Jesús.
¡Anímate! Es verdad que hoy en día ya no es común ver a mujeres en la Eucaristía con mantilla. Algunos pensarán que estamos pasadas de moda, pero eso no importa. Tal vez, como me ha sucedido, te dirán que si la usas, debe ser con falda o vestido. Pero lo verdaderamente importante es que tengas claro por qué la usas: para dar gloria a Dios e intentar vivir en gracia para recibir al Señor. Lo demás, que no te desmotive.
Que tu intención sea siempre la mejor, con un corazón puro. Lo demás, será añadidura.
Si ya la usas, ¡gloria a Dios! Y si aún no, nunca es tarde para que solo brille la gloria de Dios.

Ale Villegas es jefa de redacción en CATOLIN, Licenciada en Derecho por la Universidad Veracruzana (UV) y en Geografía por la Universidad Veracruzana.