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Pentecostés sin vigilia, sin octava y sin témporas: una pérdida litúrgica que marcó el siglo XX

– Las reformas litúrgicas del siglo XX eliminaron celebraciones milenarias vinculadas a Pentecostés, entre ellas su octava, la vigilia solemne y las Témporas de Verano.

Pentecostes sin vigilia sin octava y sin temporas una perdida liturgica que marco el siglo XX

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(CATOLIN). – La fiesta de Pentecostés, una de las más importantes del calendario cristiano, ha perdido en el siglo XX tres de sus expresiones litúrgicas más antiguas y significativas: la vigilia solemne, la octava litúrgica y las llamadas Témporas de Verano. Estas supresiones, realizadas entre 1955 y 1970, siguen siendo objeto de dolor y crítica en algunos sectores de la Iglesia.

La octava de Pentecostés, abolida en 1970 durante el pontificado de Pablo VI, era hasta entonces un tiempo de ocho días que prolongaba la solemnidad de la venida del Espíritu Santo. Según relatos contemporáneos, el propio Papa se habría mostrado sorprendido al descubrir que había sido suprimida. “¿Por qué los ornamentos no son rojos hoy?”, habría preguntado al celebrar misa el lunes siguiente a Pentecostés, para luego ser informado de que él mismo había firmado la reforma.

Antes de eso, en 1955, Pío XII ya había suprimido la vigilia litúrgica tradicional de Pentecostés, una celebración nocturna comparable a la Vigilia Pascual, con lecturas, procesiones, bendición del agua y letanía de los santos. Se trataba de una de las ceremonias más antiguas de la Iglesia, que preparaba a los fieles para recibir al Espíritu Santo con solemnidad y recogimiento.

Además, desaparecieron también las Témporas de Pentecostés, tres días de oración, ayuno y acción de gracias (miércoles, viernes y sábado) celebrados en la semana posterior. Estas jornadas estaban profundamente enraizadas en la tradición romana y estaban dedicadas, entre otras cosas, a la oración por nuevas vocaciones sacerdotales, ya que era un tiempo habitual para las ordenaciones.

Las reformas, impulsadas por el movimiento litúrgico del siglo XX y plasmadas en los trabajos del Coetus para la reforma litúrgica, buscaron simplificar el calendario. Sin embargo, muchos liturgistas y fieles consideran que este proceso dejó de lado expresiones espirituales de alto valor catequético y devocional.

Hoy, aunque algunas comunidades han recuperado la vigilia con formas nuevas, persiste el vacío ritual en el calendario litúrgico. Para algunos, la ausencia de estas prácticas ha contribuido a una menor conciencia del papel del Espíritu Santo en la vida cristiana.

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