Compartir

Francisco Destaca la Importancia de la Fe del Pueblo en su Mensaje en la Asamblea del Sínodo

– Según el Papa, la clave para entender la fe de la Iglesia radica en reconocer la infalibilidad del pueblo de Dios. En sus palabras.

El Papa Francisco Aboga por una Iglesia mas Inclusiva y Sinodal en su Discurso en el Sinodo

 El Papa durante la 18 Congregación General en la Asamblea del Sínodo sobre sinodalidad Foto por: Vatican media

(CATOLIN).- El Papa Francisco abordó cuestiones cruciales en su discurso durante la 18ª Congregación General de la Asamblea del Sínodo sobre sinodalidad, enfatizando la necesidad de un cambio en la Iglesia y reiterando su preocupación por el clericalismo.

Durante su intervención, el Papa destacó la importancia de comprender la diferencia entre lo que la Iglesia enseña a través de su Magisterio y cómo el pueblo cree. En sus propias palabras, afirmó: «El Magisterio está para saber lo que la Iglesia enseña y el pueblo para saber cómo cree».

El Pontífice subrayó la importancia de no caer en esquemas ideológicos y políticos, tomando como ejemplo la actitud de Jesús en su tiempo. Según el Papa, la clave para entender la fe de la Iglesia radica en reconocer la infalibilidad del pueblo de Dios. En sus palabras: «Cuando quieras saber lo que cree la Santa Madre Iglesia, andá al Magisterio, porque él es encargado de enseñártelo, pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel».

El Papa Francisco también criticó el clericalismo en la Iglesia, denunciando la comercialización de los servicios sacramentales y la actitud de algunos sacerdotes que tratan a la Iglesia como una empresa de servicios variados. En su discurso, expresó su preocupación diciendo: «O la Iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados. Y cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino la Iglesia se convierte en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo».

El Papa Francisco también mencionó su preocupación por el comportamiento de algunos sacerdotes jóvenes que eligen vestir de manera más tradicional, destacando que esta práctica le causa «mucha pena y escándalo».

Además, el líder de la Iglesia Católica hizo un llamado a la humildad y la paciencia del pueblo de Dios, que a menudo soporta desprecios y maltratos a manos del clericalismo institucionalizado. En sus palabras, el Papa Francisco expresó: «Y el pueblo de Dios, el santo pueblo fiel de Dios, sigue adelante con paciencia y humildad soportando los desprecios, maltratos, marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado».

Finalmente, el Papa abordó la cuestión de los nombramientos eclesiásticos y el lenguaje utilizado en la Iglesia, señalando la necesidad de evitar términos que sugieran un enfoque más secular. Dijo: «Y con cuánta naturalidad hablamos de los príncipes de la Iglesia, o de promociones episcopales como ascensos de carrera».

Texto completo de la intervención de Francisco

Me gusta pensar la Iglesia como pueblo fiel de Dios, santo y pecador, pueblo convocado y llamado con la fuerza de las bienaventuranzas y de Mateo 25.

Jesús, para su Iglesia, no asumió ninguno de los esquemas políticos de su tiempo: ni fariseos, ni saduceos, ni esenios, ni zelotes. Ninguna «corporación cerrada»; simplemente retoma la tradición de Israel: «tu serás mi pueblo y yo seré tu Dios».

Me gusta pensar la Iglesia como este pueblo sencillo y humilde que camina en la presencia del Señor (el pueblo fiel de Dios). Este es el sentido religioso de nuestro pueblo fiel. Y digo pueblo fiel para no caer en los tantos enfoques y esquemas ideológicos con que es «reducida» la realidad del pueblo de Dios. Sencillamente pueblo fiel, o también, «santo pueblo fiel de Dios» en camino, santo y pecador. Y la Iglesia es ésta.

Una de las características de este pueblo fiel es su infalibilidad; sí, es infalible in credendo. (In credendo falli nequit, dice LG 9) Infabilitas in credendo. Y lo explico así: «cuando quieras saber lo que cree la Santa Madre Iglesia, andá al Magisterio, porque él es encargado de enseñártelo, pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel».

Me viene a la memoria una imagen: el pueblo fiel reunido a la entrada de la Catedral de Éfeso. Dice la historia (o la leyenda) que la gente estaba a ambos lados del camino hacia la Catedral mientras los Obispos en procesión hacían su entrada, y que a coro repetían: «Madre de Dios», pidiendo a la Jerarquía que declarase dogma esa verdad que ya ellos poseían como pueblo de Dios. (Algunos dicen que tenían palos en las manos y se los mostraban a los Obispos). No sé si es historia o leyenda, pero la imagen es válida.

El pueblo fiel, el santo pueblo fiel de Dios, tiene alma, y porque podemos hablar del alma de un pueblo podemos hablar de una hermenéutica, de una manera de ver la realidad, de una conciencia. Nuestro pueblo fiel tiene conciencia de su dignidad, bautiza a sus hijos, entierra a sus muertos.

Los miembros de la Jerarquía venimos de ese pueblo y hemos recibido la fe de ese pueblo, generalmente de nuestras madres y abuelas, «tu madre y tu abuela» le dice Pablo a Timoteo, una fe transmitida en dialecto femenino, como la Madre de los Macabeos que les hablaba «en dialecto» a sus hijos. Y aquí me gusta subrayar que, en el santo pueblo fiel de Dios, la fe es transmitida en dialecto, y generalmente en dialecto femenino. Esto no sólo porque la Iglesia es Madre y son precisamente las mujeres quienes mejor la reflejan; (la Iglesia es mujer) sino porque son las mujeres quienes saben esperar, saben descubrir los recursos de la Iglesia, del pueblo fiel, se arriesgan más allá del límite, quizá con miedo pero corajudas, y en el claroscuro de un día que comienza se acercan a un sepulcro con la intuición (todavía no esperanza) de que pueda haber algo de vida.

La mujer del santo pueblo fiel de Dios es reflejo de la Iglesia. La Iglesia es femenina, es esposa, es madre.

Cuando los ministros se exceden en su servicio y maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la Iglesia con actitudes machistas y dictatoriales (basta recordar la intervención de la Hna. Liliana Franco). Es doloroso encontrar en algunos despachos parroquiales la «lista de precios» de los servicios sacramentales al modo de supermercado. O la Iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados. Y cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino la Iglesia se convierte en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo. Y esto con mucha pena y escándalo (basta ir a sastrerías eclesiásticas en Roma para ver el escándalo de sacerdotes jóvenes probándose sotanas y sombreros o albas y roquetes con encajes).

El clericalismo es un látigo, es un azote, es una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor; esclaviza al santo pueblo fiel de Dios.

Y el pueblo de Dios, el santo pueblo fiel de Dios, sigue adelante con paciencia y humildad soportando los desprecios, maltratos, marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado. Y con cuánta naturalidad hablamos de los príncipes de la Iglesia, o de promociones episcopales como ascensos de carrera! Los horrores del mundo, la mundanidad que maltrata al santo pueblo fiel de Dios.

Etiqueta

Compartir

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *