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“El cristiano no cree en las supersticiones, como la magia, las cartas, los horóscopos o cosas similares”, Papa Francisco

– En su reflexión el Papa Francisco enfatizó que Jesús dice: “El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta”.

El cristiano no cree en las supersticiones como la magia las cartas los horoscopos o cosas similares

Papa Francisco. Foto por: Vatican News

(CATOLIN).– El Santo Padre dijo derivado del Evangelio de ayer que los profetas no eran magos que predicen el futuro y recordó que los cristianos no pueden ser supersticiosos ni creer en la magia y las “artes” adivinatorias, ante un grupo de fieles congregados en la plaza de San Pedro en el Vaticano.

En su reflexión el Papa Francisco enfatizó que Jesús dice: “El que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta” (Mt 10,41). “Pero, ¿quién es el profeta?”, preguntó:

“Hay quien lo imagina como una especie de mago que predice el futuro; pero esta es una idea supersticiosa y el cristiano no cree en las supersticiones, como la magia, las cartas, los horóscopos o cosas similares. Entre paréntesis: muchos, muchos cristianos van a que les lean las manos… ¡Por favor! Otros pintan al profeta solo como un personaje del pasado, que existió antes de Cristo para preanunciar su llegada. Y Jesús mismo hoy habla de la necesidad de acoger a los profetas; por lo tanto, existen todavía, pero, ¿quiénes son? ¿Quién es el profeta?”

El Santo Padre señaló que todos los bautizados son profetas:

“Profeta, hermanos y hermanas, es cada uno de nosotros: de hecho, con el Bautismo todos recibimos el don y la misión de la profecía (cf. Catequismo de la Iglesia Católica 1268). Profeta es aquel que, en virtud del Bautismo, ayuda a los demás a leer el presente bajo la acción del Espíritu Santo. Esto es muy importante: leer el presente no como una crónica, sino bajo la acción del Espíritu Santo, que nos ayuda a comprender los proyectos de Dios y a corresponderlos. En otras palabras, el profeta es aquel que muestra a los demás a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a construir el mañana según sus planes. Por lo tanto, todos somos profetas, testigos de Jesús “para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social” (Lumen Gentium, 35).”

En este contexto exhortó a los fieles a que se cuestionaran si cumplen su función profética:

“El profeta es un signo vivo que muestra a Dios a los demás, el profeta es un reflejo de la luz de Cristo en el camino de los hermanos. Y entonces, podemos preguntarnos: Yo, que fui “elegido profeta” en el Bautismo, ¿hablo y, sobre todo, vivo como testigo de Jesús? ¿Llevo un poco de su luz a la vida de alguien? ¿Yo me interrogo sobre esto? ¿Me pregunto cómo va mi testimonio, como va mi profecía?”.

“El Espíritu”, dijo, “ha distribuido dones de profecía en el Santo Pueblo de Dios: he aquí por qué está bien escuchar a todos”:
“Por ejemplo, cuando hay que tomar una decisión importante, viene bien sobre todo rezar, invocar al Espíritu, pero después escuchar y dialogar, en la confianza de que cada uno, incluso el más pequeño, tiene algo importante que decir, un don profético que compartir. Así se busca la verdad y se difunde un clima de escucha de Dios y de los hermanos, en el que las personas no se sienten acogidas solo si dicen lo que me gusta, sino que se sienten aceptadas y valoradas como dones por lo que son”.

La escucha evitaría conflictos:

“¡Pensemos en cuántos conflictos se podrían evitar y resolver así, poniéndose en escucha de los demás con el sincero deseo de comprenderse! Preguntémonos entonces: ¿Yo sé acoger a los hermanos y a las hermanas como dones proféticos? ¿Creo que los necesito? ¿Los escucho con respeto, con el deseo de aprender? Porque cada uno de nosotros necesita aprender de los demás, cada uno de nosotros necesita aprender de los demás”.

No todos son profetas, al respecto; la Escritura, dice lo siguiente acerca del don de profecía:

Pues en la Iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas, en el tercero, a los maestros, después, los milagros, después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
(1Cor 12,28-30)

Y Él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores.
(Ef 4,11)

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