(CATOLIN).- La emblemática iglesia de Mapeera Kigungu, situada a orillas del lago Victoria en Uganda, sufrió daños moderados tras un ataque vandálico en el que personas no identificadas prendieron fuego en su interior. Este templo, que tiene un profundo significado histórico y espiritual para los católicos ugandeses, fue incendiado la noche del 7 de noviembre, afectando valiosos objetos religiosos, aunque la estructura del edificio logró salvarse de daños mayores.

El incendio comenzó alrededor de las 22:00 horas, cuando varios individuos ingresaron al templo y encendieron las llamas en el lado izquierdo del presbiterio. Entre los artículos destruidos se encuentran ornamentos sacerdotales, cálices, manteles y botellas de vino destinados para la misa. Gracias a la rápida intervención de los fieles, quienes alertaron a las autoridades al descubrir el fuego, se logró controlar las llamas antes de que causaran daños estructurales irreparables.

Investigación policial en marcha

La policía ugandesa está investigando el suceso con la ayuda de grabaciones de las cámaras de seguridad cercanas y la intervención de unidades forenses. Según las primeras indagaciones, se sospecha que los atacantes entraron por una ventana trasera. Una de las teorías de los investigadores apunta a una posible conexión del ataque con una disputa por los terrenos de la iglesia, actualmente ocupados por algunas empresas que no pagan alquiler y que las autoridades eclesiásticas planean recuperar para futuras construcciones.

Un templo cargado de historia

La iglesia de Mapeera Kigungu tiene un valor significativo para la comunidad católica de Uganda, ya que fue en ese lugar donde, en 1879, llegaron los primeros misioneros católicos al país, el padre Siméon Lourdel y el hermano Amans Delmas, miembros de la congregación de los Misioneros de África (Padres Blancos). Desde entonces, el sitio se ha convertido en un lugar de peregrinación para los fieles ugandeses, quienes conmemoran el 17 de febrero como el inicio de la evangelización en Uganda.

A lo largo de los años, el templo ha pasado de ser una construcción de barro y cañas a un edificio de ladrillo cocido y tejas, levantado bajo la dirección del obispo Joseph Georges Edouard Michaud en la década de 1930. No obstante, actualmente enfrenta desafíos adicionales, como la amenaza de posibles inundaciones debido al incremento del nivel del lago Victoria.