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Hoy recordamos a San Longinos, el soldado romano que traspasó con su lanza el costado de Cristo

– Según la tradición, Longinos fue también quien, después de haber incurrido en la más grande de todas las profanaciones, quedó “traspasado” él mismo por el Amor de Dios en lo profundo del alma, lo que hizo de él un hombre nuevo. Sus palabras quedarían eternizadas en el Evangelio: «Verdaderamente Éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54).

Hoy recordamos a San Longinos el soldado romano que traspaso con su lanza el costado de Cristo

San Longinos

(CATOLIN).– Cada 15 de marzo la Iglesia recuerda la figura de San Longinos (siglo I), el centurión romano que, por órdenes de Poncio Pilato, estuvo al mando del grupo de soldados encargado de la crucifixión de Cristo y los dos ladrones. Él fue quien traspasó con su lanza el santísimo costado del Señor.

Según la tradición, Longinos fue también quien, después de haber incurrido en la más grande de todas las profanaciones, quedó “traspasado” él mismo por el Amor de Dios en lo profundo del alma, lo que hizo de él un hombre nuevo. Sus palabras quedarían eternizadas en el Evangelio: «Verdaderamente Éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54).

Ciertamente San Longinos ya no aparece en el Novus Ordo y no se le celebra como se hacía antes; sin embargo, aún son muchos sus devotos y quienes encuentran inspiración en el relato de su conversión. Por eso, generalmente se le recuerda el 15 de marzo, aunque en ciertos lugares, especialmente después de 1969, se le celebra el 16 de octubre.

La tradición dice que Longinos sufría de una pérdida paulatina de la vista y que cuando retiró su lanza del Cuerpo del Señor, le salpicó una gota de sangre divina sobre los ojos y quedó curado al instante.

Se dice también que tras el episodio de la muerte de Cristo abandonó la carrera militar y se unió a la comunidad cristiana.
En su proceso de conversión, entró en contacto con los apóstoles y empezó a frecuentarlos, recibiendo de ellos el testimonio directo sobre quién había sido Jesús de Nazaret. Cuenta la historia que se apartó de los asuntos mundanos y peregrinó por las regiones de Cesarea y Capadocia anunciando a Cristo y ganando almas para el Reino de Dios.

Llegado el final de su vida habría llegado con la persecución a los cristianos. Longinos habría caído en manos de sus perseguidores en Capadocia, quienes lo llevaron a juicio. Al negarse a cumplir la pena que se le impuso -hacer una ofrenda a los ídolos-, el gobernador ordenó que le quebraran a golpes los dientes y le cortaran la lengua.

Una vez que los verdugos cumplieron su cometido, el santo se incorporó, cogió un hacha que estaba tirada e hizo pedazos las imágenes de los ídolos que tenía enfrente. De los fragmentos salió una horda de demonios que se apoderó del gobernador y sus ayudantes, quienes comenzaron a dar gritos y gemidos.

Longinos encaró en ese momento la máxima autoridad y le dijo que solo su muerte podría salvarlo. El gobernador, entonces, haciendo sorna, lo condenó a morir decapitado. Por esta razón se le cuenta entre los mártires.

Muerto Longinos, el gobernador recuperó el quicio y empezó a sentirse arrepentido, tanto que terminó asqueado por su propia decisión. Cuenta la leyenda que aquel hombre, conmovido por la muerte del inocente, se convirtió al Señor ese mismo día.

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