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Beatifican en Notre Dame a 50 jóvenes católicos asesinados por los nazis por su labor apostólica

– Eran sacerdotes, seminaristas y laicos que acompañaron espiritualmente a trabajadores franceses deportados a Alemania; murieron entre 1944 y 1945 por odio a la fe

Beatifican en Notre Dame a 50 jovenes catolicos asesinados por los nazis por su labor apostolica

Catedral de Notre Dame de París

Por: CATOLIN

(CATOLIN).- La Catedral de Notre Dame de París fue escenario de la beatificación de 50 jóvenes mártires católicos franceses, asesinados por el régimen nazi entre 1944 y 1945 por odio a la fe durante la ocupación alemana. La celebración fue presidida por el cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo, quien destacó el testimonio heroico de estos hombres que entregaron su vida por servir espiritualmente a sus compatriotas deportados a los campos de trabajo y concentración en Alemania.

Tras el rezo del Ángelus del tercer Domingo de Adviento, el papa León XIV recordó a los nuevos beatos —entre ellos Raymond Cayré, sacerdote; Gérard-Martin Cendrier, fraile menor; Roger Vallé, seminarista; Jean Mestre, laico, y otros cuarenta y seis compañeros provenientes de alrededor de treinta diócesis francesas— y estableció que su fiesta litúrgica se celebrará cada 5 de mayo.

El grupo de nuevos beatos está conformado por 33 jóvenes pertenecientes a la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y a los Scouts de Francia, 3 seminaristas, 9 sacerdotes diocesanos, 4 jóvenes franciscanos y un jesuita. La mayoría tenía entre 20 y 35 años; el más joven contaba con 19 y el mayor con 49.

Todos ellos respondieron al llamamiento del entonces arzobispo de París, el cardenal Emmanuel Suhard, y del padre Jean Rodhain, fundador de Secours Catholique, para acompañar espiritualmente a los trabajadores franceses deportados a Alemania bajo el Servicio de Trabajo Obligatorio (STO). Cerca de 300 mil jóvenes fueron enviados a fábricas y campos de trabajo, privados de atención religiosa al no estar protegidos por la Convención de Ginebra.

La represión se intensificó el 3 de diciembre de 1943 con la promulgación de la Ordenanza Kaltenbrunner, que ordenaba la eliminación de quienes realizaran actividades religiosas entre los trabajadores civiles franceses. Desde entonces, cualquier forma de apostolado era castigada con la muerte.

Durante la homilía, el cardenal Hollerich afirmó que la primera mitad del siglo XX quedará marcada como un “siglo oscuro” por las guerras mundiales y la dictadura nazi, pero subrayó que, incluso en ese contexto, surgieron “destellos de luz”. Explicó que estos mártires estaban movidos por un profundo amor a Dios y a Cristo, amor que los llevó a servir a sus hermanos sometidos a trabajos forzados.

Ese servicio, señaló, permitió crear en medio del horror de los campos “islas de paraíso”, donde el amor devolvía el coraje, sanaba heridas interiores y transmitía serenidad y paz.

Entre los testimonios más significativos se encuentra el del joven scout Joël Anglès d’Auriac, decapitado a los 22 años el 6 de diciembre de 1944, quien antes de morir declaró al capellán de la prisión: “Estoy en completa paz… porque voy hacia Jesucristo”. Jean Mestre, por su parte, renunció a solicitar la exención del STO y escribió a su madre que amaba más a Cristo que a su propia vida, aceptando el sufrimiento como testigo de fe.

Según el padre Bernard Ardura, postulador de la causa, algunos de los mártires fueron ejecutados, otros torturados o masacrados, y muchos murieron por tifus sin recibir tratamiento o durante las llamadas “marchas de la muerte”, cuando los nazis evacuaron los campos ante el avance aliado.

El cardenal Hollerich subrayó que estos mártires recuerdan que todo cristiano, sin importar su vocación o responsabilidad, está llamado a servir a sus hermanos. Destacó que el desprecio nazi por la libertad religiosa convirtió a estos jóvenes en auténticos mártires de dicha libertad, y recalcó que la fe no es privada, sino que debe manifestarse en un servicio concreto al prójimo.

Al finalizar la Misa, se entregó a los asistentes una estampa con la oración aprobada por el arzobispo de París, monseñor Laurent Ulrich, para pedir la intercesión de los nuevos beatos y avanzar hacia su canonización. Quienes reciban gracias por su intercesión han sido invitados a comunicarlas al postulador de la causa en Roma.



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