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Francia: crece el uso de mantillas entre mujeres católicas que buscan vivir la liturgia con más conciencia

– Cada vez más mujeres redescubren la tradición de cubrirse la cabeza como signo de intimidad espiritual y fidelidad a la Eucaristía.

Francia crece el uso de mantillas entre mujeres catolicas que buscan vivir la liturgia con mas conciencia

Imagen referencial

(CATOLIN). – En Francia, el uso de la mantilla —un pañuelo de encaje para cubrir la cabeza durante la Misa— está resurgiendo entre mujeres católicas que desean vivir la liturgia de forma más consciente y profunda, según relata el diario parisino La Croix. Para muchas, esta costumbre, inspirada en la Primera Carta a los Corintios, es un acto espiritual y no un símbolo de sumisión a los hombres.

Eva, de 30 años, de Lyon, quien se convirtió al catolicismo hace ocho años, explica que la mantilla la ayuda a sumergirse en la atmósfera de la liturgia: «Es un acto espiritual personal que me permite concentrarme, limitando mi campo de visión». Fue en el Collège des Bernardins, en París, donde Eva profundizó en las cartas de San Pablo, lo que la llevó a descubrir el simbolismo del cuerpo en la liturgia y, más tarde, la Forma Extraordinaria del Rito Romano.

Héloïse, de 25 años, criada en una familia católica, inició un camino similar al descubrir el sentido de cubrirse la cabeza a partir de las cartas de San Pablo. Hoy lleva su mantilla tanto en misas dominicales tridentinas como en liturgias ordinarias entre semana.

Para Marion, de 43 años, que creció sin Dios y se convirtió al catolicismo hace una década tras conocer el islam, cubrirse la cabeza expresa la conciencia de que «el cuerpo de la mujer es una especie de santuario». Marion destaca el carácter sagrado de la Eucaristía como un momento especial que desea subrayar con este gesto.

Camille, de 23 años, conversa desde hace dos años, afirma que la mantilla la ayuda a resistir distracciones y a evitar miradas: «Hay que dejar espacio para Dios», explica.

Todas coinciden en que este gesto no simboliza sumisión a los hombres, sino humildad ante Dios y deseo de estar a solas con Él durante la liturgia. Así, una tradición que durante años parecía relegada está encontrando nuevo sentido entre jóvenes francesas deseosas de redescubrir la profundidad de la fe.

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