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Jóvenes franceses restauran convento del siglo XIX y fortalecen su fe

– Bajo la guía del Instituto del Buen Pastor, 28 voluntarios combinan trabajo físico y vida espiritual en un proyecto de renovación

Jovenes franceses restauran convento del siglo XIX y fortalecen su fe

Instituto del Buen Pastor

(CATOLIN).- En la campiña francesa, un antiguo convento del siglo XIX recobra vida gracias a la labor de 28 jóvenes guiados por el padre Mathieu Raffray, del Instituto del Buen Pastor (IBP). Convocados principalmente a través de redes sociales, estos voluntarios dedicaron una semana a la restauración del edificio, con el propósito de transformarlo en un centro de retiros espirituales.

Desde hace cuatro años, el padre Raffray impulsa la iniciativa “Reconstruir la Francia cristiana”, que busca no solo preservar el patrimonio religioso, sino también ofrecer a los jóvenes —practicantes, conversos, bautizados no practicantes e incluso no creyentes— la oportunidad de fortalecer su fe y vivir la experiencia de comunidad. Las jornadas alternaron trabajo físico, momentos de oración y el descubrimiento de la misa tradicional en latín.

«Restaurar edificios es importante, pero lo esencial es la restauración de las almas», afirmó el sacerdote, subrayando que estas iniciativas unen la dimensión tangible del esfuerzo físico con una transformación interior profunda.

Participantes como Clément Gomes, de 24 años, y Maxence Noël-Foubet, de 17, destacaron el valor espiritual de la experiencia. Gomes, converso hace dos años y medio, comparó el esfuerzo con una peregrinación, mientras que Noël-Foubet lo consideró un modo concreto de honrar a los antepasados que levantaron catedrales.

El momento más simbólico llegó el último día, cuando instalaron un crucifijo de camino y cada voluntario colocó una piedra a sus pies, gesto que para muchos representó la misión de sostener juntos la cruz de Cristo.

Para el padre Raffray, estas acciones son una respuesta a la secularización: «La fe no puede quedar reducida a lo privado; debe manifestarse en la vida familiar, social y profesional». Al finalizar, los jóvenes regresaron a sus hogares con una renovada energía espiritual, convencidos de que, como señaló Gomes, «no está todo perdido; hay cristianos fuertes, dispuestos a darse a los demás y a Dios».



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