(CATOLIN).- Más de 200,000 fieles se congregaron este sábado en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós al Papa Francisco en una Misa exequial marcada por la sobriedad y la profunda emoción. La ceremonia fue presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, quien destacó en su homilía el legado de humildad, cercanía y servicio que caracterizó al pontífice argentino.

«Estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales con el corazón triste, pero sostenidos por las certezas de la fe», expresó el cardenal Re al iniciar su predicación, recordando que «la existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre».

Delegaciones de numerosos países, líderes de diversas confesiones religiosas y miles de peregrinos acudieron a Roma para rendir homenaje a quien fuera sucesor de Pedro desde el 13 de marzo de 2013. El cardenal subrayó que «la masiva manifestación de afecto y participación que hemos visto en estos días nos muestra cuánto ha tocado mentes y corazones el intenso pontificado del Papa Francisco».

Durante su homilía, Re recordó la última aparición pública del Papa en la solemnidad de Pascua, cuando, a pesar de su frágil salud, impartió la bendición desde el balcón de la Basílica. Inspirándose en el Evangelio de san Juan (capítulo 21), el purpurado vinculó la figura de Francisco con la del apóstol Pedro: un llamado al servicio de amor a imagen de Cristo.

El cardenal también rememoró momentos claves del pontificado: la elección del nombre Francisco —en referencia a san Francisco de Asís—, su pertenencia a la Compañía de Jesús y su prolongado servicio pastoral en Buenos Aires. «Fue un Papa en medio de la gente, con el corazón abierto hacia todos», afirmó.

Uno de los ejes centrales de su misión fue la misericordia. «El Papa Francisco siempre puso en el centro el Evangelio de la misericordia, resaltando constantemente que Dios no se cansa de perdonarnos», recordó Re, mencionando el Jubileo Extraordinario de la Misericordia de 2015-2016 como uno de los frutos de esa convicción.

Asimismo, se destacaron sus gestos hacia los más necesitados, como su primer viaje a Lampedusa para recordar el drama de los migrantes, y su histórica visita a Irak en 2021, que fue, en palabras del cardenal, «un bálsamo sobre las heridas abiertas de la población iraquí».

Francisco mantuvo una constante sensibilidad ante los desafíos de la globalización, alzando la voz en defensa de la paz y en contra de la cultura de la guerra y del descarte. «La guerra —decía— no es más que muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas», recordó Re.

El cardenal cerró su homilía evocando una de las peticiones más emblemáticas del Papa: «No se olviden de rezar por mí». Y añadió: «Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero».