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“¡No neguemos la comunión a nadie que la pida!”: Mons. Meier, obispo de Augsburgo

– Estas palabras del obispo incurren en el anatema indicado por el canon XI sobre la Eucaristía del Concilio de Trento.

No neguemos la comunion a nadie que la pida

Monseñor Bertram Meier, obispo de Augsburgo (Alemania)

(CATOLIN).– Mons. Bertram Meier, obispo de Augsburgo, se pronunció en contra de las exclusiones en la comunión.

Sobre de ellos dijo que “En las discusiones sobre diversidad y orientación sexual, nos quedamos cortos si queremos decidir quién puede y quién no puede comulgar”, ¡No neguemos la comunión a nadie que la pida!”.

Añadió que querer permanecer en el propio círculo no es un estilo de vida eucarístico: “Nuestra posición ante el Señor significa salir de la mentalidad de búnker y abrirse”.

Entre otras cosas añadió: “Lo que el Papa Francisco repite incansablemente debería ser también nuestra norma: ¡no nos erijamos en jueces de los demás! No somos gorilas ante la sala del banquete de la Eucaristía, somos cargadores nupciales para la comida que el Señor prepara para todos los que honestamente tienen hambre de ella”.

Estas palabras del obispo incurren en el anatema indicado por el canon XI sobre la Eucaristía del Concilio de Trento que cita:
“Si alguno dijere, que sola la fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía; sea excomulgado. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y por consecuencia cause muerte y condenación; establece y declara el mismo santo Concilio, que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, deben para recibirlo, anticipar necesariamente la confesión sacramental, habiendo confesor. Y si alguno presumiere enseñar, predicar o afirmar con pertinacia lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, quede por el mismo caso excomulgado.”.

Asimismo, la advertencia del apóstol San Pablo que es recordada en el capítulo 1385 del Catecismo:

“Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,27-29).

Finalmente, ocultan el hecho de que la Iglesia puede y debe juzgar la inmoralidad de sus miembros, especialmente en el caso de los pecados contra la castidad, tal y como se indica en todo el capítulo quinto de la primera carta a los corintios:

“Os escribí en mi carta que no os mezclaseis con los fornicarios. Pero no me refería, ciertamente, a los fornicarios de este mundo, o a los avaros o a los ladrones, o a los idólatras, pues entonces tendríais que salir de este mundo. Lo que os escribí es que no os mezclaseis con quien, llamándose hermano, fuese fornicario, avaro, idólatra, injurioso, borracho o ladrón. Con éstos, ni comer siquiera. Pues ¿por qué voy yo a juzgar a los de fuera? ¿No juzgáis vosotros a los de dentro? A los de fuera los juzgará Dios. «¡Echad de entre vosotros al malvado!” (1 Cor 5, 9-13).

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