“Fiducia supplicans es una herejía que socava gravemente a la Iglesia”, cardenal Sarah
– El cardenal publicó a través de X su apoyo a las Conferencias Episcopales de Chad, Camerún y Nigeria por oponerse a Fiducia supplicans, asegurando que no significa oponerse al Papa.
cardenal Robert Sarah
Por: Ale Villegas
(CATOLIN).– El cardenal Robert Sarah compartió con Settimo Cielo una reflexión sobre el actual estado de confusión en la Iglesia, la que considera un “escándalo para los pequeños” derivado de la reciente publicación de Fiducia supplicans por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
A través de un “mensaje de Navidad” en el día de la Epifanía del Señor en el que se recuerda que “la verdad es la primera de las misericordias que Jesús ofrece al pecador. ¿Podremos a su vez hacer una obra de misericordia en la verdad? El riesgo es grande para nosotros si buscamos la paz mundial, la popularidad mundana que se compra al precio de la mentira, la ambigüedad y el silencio cómplice”.
“Algunos medios afirman que la Iglesia católica fomenta la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo. Mienten. Hacen el trabajo del divisor [ndr. diablo, del griego diábolos, el que separa, divide o desune]. Algunos obispos van en la misma dirección, siembran dudas y escándalo en las almas de fe al pretender bendecir las uniones homosexuales como si fueran legítimas, conforme a la naturaleza creada por Dios, como si pudieran conducir a la santidad y a la felicidad humana. Sólo engendran errores, escándalos, dudas y decepciones. Estos Obispos ignoran u olvidan la severa advertencia de Jesús contra quienes escandalizan a los pequeños: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar” (Mt 18,6).
Una declaración reciente del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, publicada con la aprobación del Papa Francisco, no logró corregir estos errores ni dar la verdad. Además, por su falta de claridad, no ha hecho más que amplificar la confusión que reina en los corazones y algunos incluso se han valido de ella para apoyar su intento de manipulación”.
Luego de recordar lo que enseña la Biblia y el Catecismo sobre las relaciones homosexuales, el cardenal advierte que “cualquier acción pastoral que no recuerde esta verdad objetiva fracasaría en la primera obra de misericordia que es el don de la verdad. Esta objetividad de la verdad no es contraria a la atención prestada a la intención subjetiva de las personas”.
Asimismo, criticó el reciente documento vaticano:
La Declaración “Fiducia supplicans” escribe que la bendición está destinada, en cambio, a las personas que “piden que todo lo que es verdadero, bueno y humanamente valioso en su vida y en sus relaciones sea investido, sanado y elevado por la presencia del Espíritu Santo” ( n.31). Pero ¿qué es bueno, verdadero y humanamente válido en una relación homosexual, definida por las Sagradas Escrituras y la Tradición como una depravación grave e “intrínsecamente desordenada”? ¿Cómo puede tal escrito corresponder al Libro de la Sabiduría que dice: “los razonamientos retorcidos apartan de Dios, y su poder, puesto a prueba, recrimina a los insensatos. La sabiduría no penetra en un alma maliciosa, ni habita en un cuerpo dominado por el pecado. El Espíritu santo, maestro, rehúye del engaño” (Sab 1,3-5). Lo único que se puede pedir a las personas que están en una relación antinatural es que se conviertan y se conformen a la Palabra de Dios”.
Además, mostró su apoyo a los obispos africanos que se oponen a Fiducia supplicans:
“Debo agradecer a las Conferencias Episcopales que ya han hecho esta obra de verdad, en particular a las de Camerún, Chad, Nigeria, etc., cuyas decisiones y firme oposición a la Declaración “Fiducia supplicans” comparto y apoyo. Debemos alentar a otras Conferencias Episcopales nacionales o regionales y a cada obispo a hacer lo mismo. Al hacerlo, no nos oponemos al Papa Francisco, sino que nos oponemos firme y radicalmente a una herejía que socava gravemente a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, porque es contraria a la fe y la Tradición católicas”.
Finalmente, advirtió contra las maquinaciones que se están preparando para la próxima sesión del sínodo sobre la sinodalidad y destacó el papel de la Iglesia en África:
“La Iglesia de África es la voz de los pobres, los sencillos y los pequeños. Es responsable de proclamar la Palabra de Dios a los cristianos occidentales que, por ser ricos, dotados de múltiples habilidades en filosofía, ciencias teológicas, bíblicas y canónicas, se creen evolucionados, modernos y sabios en sabiduría del mundo. Pero “la necedad de Dios es más sabia que los hombres” (1 Cor 1,25). Por tanto, no sorprende que los obispos de África, en su pobreza, sean hoy heraldos de esta verdad divina frente al poder y la riqueza de ciertos episcopados de Occidente. Porque “todo lo que hay de necio en el mundo, esto es lo que Dios ha elegido para confundir a los sabios; Dios ha elegido lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte. Lo que en el mundo no tiene nacimiento y lo que es despreciado, esto es lo que Dios ha elegido; lo que no es, esto es lo que Dios ha escogido, para reducir a nada lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios” (1 Cor 1, 27-28). Pero ¿nos atreveremos a escucharlos durante la próxima sesión del Sínodo sobre la sinodalidad? ¿O deberíamos creer que, a pesar de las promesas de escucha y respeto, sus advertencias serán ignoradas como vemos hoy? “Cuidado con los hombres” (Mt 10,22), dice el Señor Jesús, porque toda esta confusión, suscitada por la Declaración “Fiducia supplicans”, podría reaparecer bajo otras formulaciones más sutiles y más ocultas en la segunda sesión del Sínodo sobre la sinodalidad, en 2024, o en el texto de quienes ayudan al Santo Padre a redactar la Exhortación Apostólica postsinodal. ¿No tentó Satanás al Señor Jesús tres veces? Habrá que estar atentos a las manipulaciones y proyectos que algunos ya están preparando para esta próxima sesión del Sínodo”.
“Así que no me dejen caer en vanas objeciones sobre el significado de la palabra bendición. Es obvio que podemos orar por el pecador, es obvio que podemos pedir a Dios su conversión. Es obvio que podemos bendecir al hombre que, poco a poco, se dirige a Dios para pedir humildemente una gracia de cambio verdadero y radical en su vida. La oración de la Iglesia no se niega a nadie. Pero nunca se puede abusar de ella para convertirla en una legitimación del pecado, de la estructura del pecado, o incluso de la ocasión inminente del pecado. El corazón contrito y arrepentido, aunque esté todavía lejos de la santidad, debe ser bendito. Pero recordemos que, ante el rechazo de la conversión y la dureza, de boca de san Pablo no sale ninguna palabra de bendición sino esta advertencia: “Tú, sin embargo, con tu dureza y con tu corazón que no se quiere arrepentir, atesoras contra ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual retribuirá a cada uno según sus obras” (Romanos 2:5-6)”.
Ale Villegas es jefa de redacción en CATOLIN, Licenciada en Derecho por la Universidad Veracruzana (UV) y en Geografía por la Universidad Veracruzana.