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Arzobispo de Londrina, Brasil; da la comunión a un jeque musulmán

– Pese a que en las imágenes no se ve que el jeque consumiera la Hostia, el prelado ha justificado tal acto.

Arzobispo de Londrina Brasil da la comunion a un jeque musulman

Captura de video de X

(CATOLIN).– El arzobispo Dom Geremias Steinmetz de Londrina en Brasil, entregó la comunión al Sheiki Jeque Ahmad Saleh Mahairi, musulmán, durante el funeral por el alma del cardenal Majella Agnelo.

En su mensaje, luego de hablar del Majella Agnelo, el arzobispo Steninmetz relató lo acontecido:

“Sheiki Mahairi conocía a Dom Geraldo Majella desde la década de 1980 y asistió al funeral del cardenal Agnelo como amigo, entristecido por el entierro de otro amigo. Sheiki es muy conocido en diversos ámbitos de la sociedad y mantiene una relación respetuosa con la Iglesia católica. También era amigo de otro arzobispo de Londrina, el difunto Dom Albano Cavallin, con quien mantenía una estrecha relación. Como amigo, participó en la celebración eucarística y, entrando en la fila de la comunión, recibió el cuerpo de Cristo.

Las imágenes de la retransmisión de la Santa Misa muestran a Sheiki Mahairi recibiendo la Eucaristía de mis manos, pero no le muestran consumiéndola. Ante la repercusión de estas imágenes, pedí al vicario general de la archidiócesis de Londrina, P. Rafael Solano, que hablara con Sheiki para aclarar la situación. Sheiki Mahairi lamentó profundamente lo ocurrido, pues su deseo no era faltar al respeto a la Iglesia católica. Contó al vicario general que recibió a Jesús, fue a su banco, se sentó y consumió la Eucaristía. Según él, Mons. Albano le había explicado hace muchos años que la Eucaristía es el cuerpo de Jesús, considerado profeta por el Islam.

La Iglesia también mira con estima a los musulmanes. Adoran al Dios único, vivo y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres y a cuyos decretos, aunque ocultos, tratan de someterse de todo corazón, como Abraham se sometió a Dios, a quien la fe islámica evoca con gusto. Aunque no lo reconocen como Dios, veneran a Jesús como profeta y honran a María, su madre virginal, a la que a veces invocan devotamente. Esperan el día del juicio final, cuando Dios pagará a todos los hombres una vez resucitados. Por ello, aprecian la vida moral y adoran a Dios sobre todo mediante la oración, la limosna y el ayuno (Declaración «Nostra Aetate», n.3).

Una vez aclarados estos puntos, nos gustaría finalmente considerar lo que nos enseña el Papa Francisco en su último documento sobre la Liturgia, Desiderio Desideravi, de 2022. Nadie se había ganado un lugar en la Última Cena. Antes bien, fueron invitados, atraídos, por el deseo ardiente del propio Jesús de comer con ellos aquella Pascua, cuyo cordero es él mismo.

“Antes de nuestra respuesta a la invitación -mucho antes- está su deseo de nosotros: puede que ni siquiera seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a Misa el motivo principal es que nos sentimos atraídos por su deseo de nosotros. Por nuestra parte, la respuesta posible, la ascesis más exigente es, como siempre, abandonarnos a su amor, dejarnos atraer por él. Lo cierto es que todas nuestras comuniones en el Cuerpo y la Sangre de Cristo fueron deseadas por Él en la Última Cena», escribió el Papa Francisco. Toda la creación es una manifestación del amor de Dios. Y puesto que este amor se manifestó en la plenitud de la Cruz de Jesús, «toda la creación es atraída hacia Él». Es toda la creación la que es tomada para ser puesta al servicio del encuentro con el Verbo encarnado, crucificado, muerto, resucitado, que ha subido al Padre (n. 42).

La Eucaristía que se levanta, verdadero Cuerpo y Sangre de Jesús, es recibida por el pueblo reunido en torno al altar también como signo de caridad, de ese amor irrepetible de Dios que se manifiesta en la Cruz de Jesús. Por tanto, «abandonemos las polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia, conservemos la comunión, sigamos maravillándonos ante la belleza de la Liturgia. La Pascua nos ha sido dada, dejémonos custodiar por el deseo que el Señor sigue teniendo de poder comerla con nosotros. Bajo la mirada de María, Madre de la Iglesia». (Papa Francisco – Desiderio Desideravi, n.65). La celebración eucarística nos enseña el noble ejercicio de la caridad, alimenta la mansedumbre, nos lleva a la fraternidad y al respeto de todos. Que la Eucaristía, misterio de amor, sea para todos fuente de gracia y luz que ilumine los caminos de la vida”, concluyó.

Pese a que en las imágenes no se ve que el jeque consumiera la Hostia, el prelado ha justificado tal acto, penado por el derecho canónico, tergiversando “Nostra aetate” del concilio Vaticano II y la carta apostólica “Desiderio desideravi” del papa Francisco.

Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica indican que solo pueden participar de la Eucaristía en la Iglesia Católica los fieles católicos que estén en condiciones de poder comulgar. Solo en casos excepcionales pueden hacerlo cristianos no católicos, pero bajo ninguna circunstancia puede recibir la comunión alguien que ni siquiera ha sido bautizado.

A continuación citamos textualmente lo que señala el CIC:


1399 Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica celebran la Eucaristía con gran amor. «Estas Iglesias, aunque separadas, [tienen] verdaderos sacramentos […] y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún más con nosotros con vínculo estrechísimo» (UR 15). Una cierta comunión in sacris, por tanto, en la Eucaristía, «no solamente es posible, sino que se aconseja…en circunstancias oportunas y aprobándolo la autoridad eclesiástica» (UR 15, cf CIC can. 844, §3).

1400 Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, separadas de la Iglesia católica, «sobre todo por defecto del sacramento del orden, no han conservado la sustancia genuina e íntegra del misterio eucarístico» (UR 22). Por esto, para la Iglesia católica, la intercomunión eucarística con estas comunidades no es posible. Sin embargo, estas comunidades eclesiales «al conmemorar en la Santa Cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa» (UR 22).

1401 Si, a juicio del Ordinario, se presenta una necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar los sacramentos (Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos) a cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica, pero que piden estos sacramentos con deseo y rectitud: en tal caso se precisa que profesen la fe católica respecto a estos sacramentos y estén bien dispuestos (cf CIC, can. 844, §4).

El Código de Derecho canónico no solo recuerda quién puede comulgar:

912 Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y debe ser admitido a la sagrada comunión.

Sino que decreta la pena de suspensión contra quien administra un sacramento a quien no puede recibirlo:

Can. 1379 – § 4. Quien administra deliberadamente un sacramento a quienes tienen prohibido recibirlo debe ser castigado con suspensión, a la que pueden añadirse otras penas de las enumeradas en el c. 1336, §§ 2-4.

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