Acerca del Halloween, reflexión para Todos los Santos y los Fieles Difuntos
Pluma de Fe: Desde la Vera + Cruz.

Imagen referencial. Foto por: Pixabay / Cathopic
(CATOLIN).– No podemos pasar por alto que las festividades que celebramos reflejan quiénes somos e influyen en nuestros valores. Desafortunadamente, muchos cristianos han olvidado el testimonio de los santos y la importancia de rezar por aquellos que han sido llamados a la Casa del Padre y se dejan llevar por costumbres paganas para festejar con brujas y fantasmas, personajes que no representan el bien, sino el mal.
Los cristianos no solo debemos desenmascarar el mal, sino también ser la luz en las tinieblas. Debemos abogar por el retorno a la verdadera celebración de la Fiesta de Todos los Santos y la riqueza de la conmemoración del Día de los Muertos. Se pueden realizar muchas celebraciones en torno al recuerdo de los santos. Para lograrlo, debemos ser conscientes de que estamos en medio de una batalla decisiva entre el bien y el mal, y los bautizados pertenecemos al ejército de Dios en la Tierra. Por lo tanto, no debemos vestirnos como sus adversarios. Debemos decidir de quién somos, si de Dios o del maligno:
«¿Hasta cuándo van a danzar de un pie en el otro? Si Yahvé es Dios, síganlo; si lo es Baal, síganlo a él.» El pueblo quedó callado. (1 Reyes 18b).
Para lograr esto, debemos reflexionar sobre cómo establecemos nuestra relación con nuestro amado Dios. Es a través de la alabanza a través de la oración, que no solo es verbal sino que también implica nuestra conducta y nuestra forma de ser. Todo lo que hacemos en bien es, en última instancia, una oración a Dios, porque todo lo que decimos y hacemos debe ser ofrendado solo a Él:
«La boca siempre habla de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del bien que guarda dentro, y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas. Yo les digo que, en el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta incluso de lo que dijeron sin poder justificarlo. Tus propias palabras te justificarán, y son tus palabras las que te condenarán.» (Mateo 12, 34b-37).
San Francisco de Asís, nuestro Patriarca, fue considerado más que un hombre de oración, un hombre hecho oración, porque tenía la conciencia de que todo es de Dios. Francisco leyó en la Escritura:
«¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes? Ya no se pertenecen a sí mismos. Ustedes han sido comprados a un precio muy alto; procuren, pues, que sus cuerpos sirvan a la gloria de Dios.» (1 Corintios 6, 19-20).
La pregunta que debemos hacernos es si estamos dispuestos a vestir ese templo del Espíritu Santo con disfraces que ofenden a Dios al elogiar lo malo, celebrando el horror, la oscuridad y el mundo de las tinieblas. Debemos ser conscientes de que cada cosa que hacemos tiene un significado y es observada por los ángeles de Dios para alabarle o por los ángeles caídos para ofenderle.
¿QUÉ ES HALLOWEEN?
«El término «Halloween» significa «Víspera de Todos los Santos», pues se refiere a la noche del 31 de octubre. La fantasía anglosajona, sin embargo, ha despojado a esta festividad de su sentido religioso para celebrar en su lugar la noche del terror, de las brujas y los fantasmas. Halloween representa un triste retorno al antiguo paganismo, una tendencia que también se ha propagado entre los pueblos hispanos».1
Hoy en día, muchos, por ignorancia, creen que están jugando con lo tenebroso, sin darse cuenta de que están participando en celebraciones «negras» y tal vez, sin querer, rinden honor al mal. El Maligno es astuto y acecha, buscando llevarse a los Hijos de Dios:
«Sean sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar.» (1 Pedro 5, 8).
LA PALABRA DE DIOS nos dice:
«Pero los sacrificios de los paganos van ofrecidos a los demonios y no a Dios, y no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios. No pueden beber al mismo tiempo de la copa del Señor y de la copa de los demonios ni pueden tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios. ¿Queremos provocar acaso los celos del Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que Él?» (1 Corintios 10, 20-22).
No tengamos ningún compromiso con el mal, somos Hijos de Dios, no del diablo:
«No se junten con los que rechazan la fe; es algo absurdo. ¿Podrían unirse la justicia y la maldad? ¿Podrían convivir la luz y las tinieblas? ¿Podría haber armonía entre Cristo y Satanás? ¿Qué unión puede haber entre el que cree y el que ya no cree? ¿Qué tiene que ver el Templo de Dios con los ídolos? Nosotros somos el Templo del Dios vivo. Dios lo dijo: ‘Habitaré y viviré en medio de ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.’ Por eso, salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor. No toquen nada impuro y yo los miraré con agrado. Yo seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor, Dueño del universo.» (2 Corintios 6, 14-16b).
A Dios le desagradan estas personificaciones, ya que representan aquello que nos prohibió como Su pueblo:
«Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé, tu Dios, te da, no imites las costumbres perversas de aquellos pueblos. Que no haya en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego; que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte a los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yahvé aborrece a los que se dedican a todo esto, y los expulsa delante de ti a causa de estas abominaciones.» (Deuteronomio 18, 9-12).
¿EN QUÉ DEBEMOS PONER NUESTRA ATENCIÓN?
«Por lo demás, hermanos, fíjense en todo lo que encuentren de verdadero, noble, justo, limpio; en todo lo que es fraternal y hermoso; en todos los valores morales que merecen alabanza.» (Filipenses 4, 8).
¿CÓMO DEBEMOS VESTIRNOS?
«La noche ha pasado y ha llegado el día: echemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.» (Romanos 13, 12).
«Pónganse, pues, el vestido que conviene a los elegidos de Dios, sus santos muy queridos: la compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia.» (Colosenses 3, 12).
VÍSTANSE, pero… CON LA ARMADURA DE DIOS:
«Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza. Lleven con ustedes todas las armas de Dios, para que puedan resistir las maniobras del diablo. Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas del mundo de arriba. Por eso, pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la fila valiéndose de todas sus armas. Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio. Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, es decir, la Palabra de Dios. Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.» (Efesios 6, 10-18).
LA POSTURA DE LA IGLESIA
DÍA DE TODOS LOS SANTOS. La Iglesia ha elegido el 1° de noviembre para celebrar la santidad y contrarrestar los efectos del mal al recordar las hazañas de los Santos de Dios. Ninguna sombra de maldad debe oscurecer nuestra visión de la Gloria de Dios. Por lo tanto, es importante meditar en que somos «elegidos de Dios», lo que significa ser santos. Somos las prendas de Su elección, criaturas tan amadas por Él que, a través de la Sangre de Su Hijo, nos ha transformado en Sus hijos: Rindámosle homenaje y gloria honrando a nuestro Padre con nuestro testimonio. «Así, pues, a los que Él eligió, los llamó; a los que llamó, los hizo justos y santos; a los que hizo justos y santos, les da la Gloria.» (Romanos 8, 30).
EL DÍA DE LOS FIELES DIFUNTOS. El 2 de noviembre es un día de celebración, ya que la Iglesia nos invita a recordar a nuestros difuntos. Nuestra Iglesia, como comunidad de santos, está compuesta por tres asambleas: la triunfante, la militante y la purgante. Es una comunidad de vida, ya que «Él no es Dios de muertos, sino de vivos, y todos viven por Él» (Lucas 20, 38).
La Resurrección de Cristo Jesús nos ha liberado de la muerte. Los cristianos somos hijos de Dios, con un destino eterno, hijos de la Vida, hijos del Amor. Nuestra religión es de vida y de amor. Se trata de comunicar esta vida y, de esta manera, amar y prepararnos para la vida eterna.
Pues bien, por ese amor fraterno entre los vivos, esta festividad se dedica a orar por aquellos fieles que han concluido su vida terrenal y que aún se encuentran en estado de purificación en el Purgatorio. El Catecismo de la Iglesia Católica (1030-1031) nos recuerda que aquellos que mueren en gracia y amistad de Dios pero no están perfectamente purificados pasan por un proceso de purificación después de su muerte para obtener la completa belleza de sus almas. A este proceso de purificación se le llama «Purgatorio», y se describe como un fuego purificador, basado en la enseñanza de San Pablo que dice: «La obra de cada uno quedará al descubierto el día en que pase por el fuego. Las obras que cada uno haya hecho se probarán en el fuego.» (1 Corintios 3, 14).
La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2° de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: «Juan Macabeo mandó ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados» (2 Macabeos 12, 46). Por lo tanto, la Iglesia ha mantenido la costumbre de orar por los difuntos desde los primeros siglos.
San Gregorio Magno afirmó: «Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Por eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte» (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).2 Estos actos de piedad son constantemente alentados por la Iglesia.
¿CÓMO CELEBRARLA?
En nuestra cultura mexicana, los misioneros franciscanos, siguiendo el método eclesial de la inculturación, cristianizaron una antigua costumbre de los pueblos mesoamericanos que consistía en crear altares para los muertos. Los altares se mantuvieron, pero ahora se dedican a Nuestro Señor Jesucristo en lugar de a los difuntos, y se adornan con flores, velas y recuerdos de aquellos que han partido hacia el Padre. Esto nos lleva a reflexionar sobre la vida y a recordar que debemos estar siempre preparados para cuando Dios nos llame a Su presencia (memento mori). Esta meditación nos debe inspirar a vivir como hijos de Dios, salvados por la Sangre Preciosa de Jesucristo, para alcanzar los gozos, premios y consuelos celestiales.
El altar cristiano se compone de tres escalones, cada uno ocupado por una de las tres asambleas. En el nivel más bajo se encuentra la Iglesia militante, que se representa con imágenes del pueblo sufriente, que a menudo es olvidado por nosotros. En este nivel, se coloca el Crucifijo, ya que Cristo se hace uno de nosotros, caminando entre la humanidad y cargando con nuestros pecados. En el segundo nivel se encuentra la Iglesia purgante, que se representa con retratos y recuerdos de nuestros seres queridos que han fallecido. Las viandas colocadas aquí se ofrecen solo a Dios en nombre de cada uno de nuestros difuntos. En el tercer nivel se encuentra la Iglesia triunfante, que se representa con devociones a nuestros santos que han compartido sus vidas y han intercedido por nosotros. En un nivel superior a todos, debe estar la imagen de Jesús Resucitado. También se debe dejar un camino de veladoras desde la Cruz hacia la resurrección del Señor.
CONCLUSIÓN
Estas reflexiones nos sirven para fortalecernos contra las seducciones propuestas por los tres enemigos del alma: el demonio, el mundo y la carne. Estamos cumpliendo con una ineludible obligación de la pedagogía cristiana, como se lee en la Sagrada Escritura: «Y enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo profano, y les enseñarán a discernir entre lo limpio y lo no limpio.» (Ezequiel 44, 23).
Por lo tanto, como creyentes advertidos, nadie debe fingir ignorancia ni pensar que estos asuntos carecen de importancia. Al conocer lo que hemos comentado, no hay excusa a la hora de rendir cuentas ante nuestro Padre Celestial. No olvidemos la importancia de ganar indulgencias plenarias por las Almas Benditas del Purgatorio, ya que estas almas son consideradas los más necesitados entre los necesitados. Rescatar almas se considera por la Iglesia como la más grande obra de misericordia que podemos, y debemos, llevar a cabo.
- [1] Fernández, T. (s/f) Halloween ¿Cristianismo o paganismo? Recuperado: 29 octubre 2013 de: https://mercaba.org/FICHAS/VARIOS/halloween_crist-o_paganismo.htm ↩︎
- [2] Catecismo de la Iglesia Católica (s/f) Recuperado: 29 octubre 2023 de: https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a12_sp.html#I%20El%20juicio%20particular ↩︎
